miércoles, 20 de septiembre de 2017

Sabíamos desde hace mucho que todo terminaría así, separando lo que en algún momento nos unió, dejándonos a un lado, tratando de salvarnos a nosotros mismos ya que no pudimos salvar lo nuestro. Este instante llegaría y hoy fue ese día triste en el que no supimos que más decir a parte de nos vemos luego. Y quedan el silencio de por medio y la soledad, la incertidumbre de no saber que va a suceder de ahora en adelante. 
Y la pregunta que ronda en la cabeza: ¿Y ahora que hago?
Mañana al despertar ya no estarás aquí, ya no podré quejarme de tus defectos, ni de las muchas cosas que me chocan de ti. Ya no estarás para verte sumido en el sueño mientras yo corro a un lado y otro con los quehaceres de l casa. Ya no te veré de nuevo en esta cama que hace tiempo se nos creció y nos confino a cada uno a una esquina. 
Ya no te tengo más, y hace mucho que así es pero ahora no solo es sentimentalmente, ahora es por completo. Siento que esta noche dormiré sola en un campo de fútbol, desde esta noche me acompañará la soledad sabrá Dios por cuanto tiempo. 
Me duelen y pesan los sueños que un día imaginamos, las veces que erramos, y lo que no hicimos por mejorar. En unos pocos segundos recordé lo vivido, y pensé que encontraría un solo motivo, alguna palabra que evitará este adiós, pero siendo sincera ya no hay nada que agarrar para no hundirnos en el caos de la despedida.
Pensé que sería peor, que tal vez en el último momento tendría el último impulso de locura para pedirte que te quedarás, que lo intentaramos de nuevo, busqué ese codiciado salvavidas y no lo encontré, creo que hasta la locura me abandonó y hoy me condena a la soledad.
Ha ganado el raciocinio y las ganas de salir a flote aunque sienta que estoy en el fondo atada a una pesada ancla, miro hacia arriba y a través del agua veo el brillo del sol y por ahora siento que no voy a lograr salir del agua para contemplarlo una vez más.
Me ahogo en mi desespero y en la desilusión de haber soñado juntos y no haber llegado a la orilla de nuestra vida soñada. 
Salgo a la puerta a ver como te alejas porque hasta se me olvidó hablar, quizá porque a pesar de existir tantas palabras no doy con la combinación adecuada para expresar lo que siento y lo que no.
Tal vez no siento nada y ése sea el verdadero problema, tal vez nos hicimos tanto daño que ya esto no pesa tanto, porque sentimos un alivio al poder dejar de lado lo que nos hirió.

Ratch Kendel

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