Lo que pasa es que ya no creo en el romanticismo, ni en príncipes azules, ni de ningún color.
Estoy buscando algo real, alguien con defectos y virtudes, que obviamente sea tierno pero sin tapar lo realmente importante: la esencia del otro. Y que haya sexo, y mucho.
Las mujeres nunca estamos satisfechas porque nos enamoramos de lo que nos pintó la sociedad y la actuación, y si bien es cierto debe haber algo romántico, los hombres reales se cansan de tener que andar a lomo de corsel, con su flamante y brillante armadura, blandiendo la espada para demostrar su valía, y rescatando princesas de las enormes torres en las que ellas solitas se suben para hacerse las dignas.
Después cuando pasa la media noche, se acaba el hechizo y uno se da cuenta que el príncipe era un pobre pendejo montado en una bicicleta vieja, forrado en papel aluminio, batiendo un palo de escoba, intentando demostrar algo que no era.
Es respetable querer que Romeo vaya a declamar en el balcón porque yo también hice parte del grupo en crecimiento permanente, pero ahora prefiero ver lo que hay en verdad.
Nosotras aprendemos a buscar el príncipe y ellos aprenden que deben ser asi, por eso es que quedan disfrazados y embutidos en un traje de príncipe que para nade les luce, cuando realmente son muy diferentes, por ello mejor busco un ogro real y de buenos sentimientos: ni quiero encontrar el príncipe y mucho menos ser la princesa impostada.
Entendiendo de antemano el temor que puede generar el ser autentico, nos frena el miedo a que no exista nadie que este dispuesto a apostar por nuestras luces y sombras empantanadas. Habiendo millones de personas en el mundo, entre todas ellas debe haber una que este dispuesta a poner sus cartas en la mesa y amarme con la balanza desequilibrada que cargo a cuestas, finalmente yo solita estoy construyendo mi castillo, afilando mi espada, arreglando mi propio carruaje y se pisar cucarachas y despues limpiarme los tacones para seguir caminando como toda una reina.
Ratch Kendel
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