Al amor de mi vida, al que un día amó a la persona que yo era en ese entonces, al que se enamoró de la versión que era en ese tiempo, al que ya no siente lo mismo quiero decirle lo siguiente: ésta versión de mi tiene tantas sombras como luces, he descendido hasta el infierno y para hacerlo tuve que descubrir lo peor de mi y convertirme en un ser despreciable y rastrero.
Caí en picada por el abismo de la angustia y el desamor, y en el trayecto creí haberme perdido y muerto, caminé por la vida unos cuantos años como un muerto viviente, arrastrando los pasos, deshojando las flores por el puro gusto de verlas hacerse pedazos. Llegué al fondo del abismo en dónde habitan los sueños destrozados, finalmente toqué el fondo de mi corazón arruinado, y mientras dormitaba tirada entre las piedras, con el alma rota, tomé la fuerza que me quedaba y miré al cielo, y entre el mugre que me rodeaba se filtró un rayo de esperanza.
Y fue ese pequeño rayo de luz el que me ayudó a arrastrarme cuesta arriba mientras iba recogiendo mis harapos. Aún no entiendo muy bien como, pero salí del pozo, dolida, sucia y por partes y me tocó volver a armarme y amarme.
Hoy ya no encontrarás lo que era antes, hoy me verás como un mapa, llena de ríos y relieves que no son más que heridas y golpes que fueron quedando durante el recorrido. Indiscutiblemente era un camino que tenía que transitar sola, era el momento de caer bajo para tomar impulso.
Hoy te darás cuenta de cuanto he aprendido, gritado, llorado, reido, cantado, pero de lo único que no podrás dar cuenta es de lo mucho que te he amado y te sigo amando. No hay testigos ni confesiones porque siempre fue en secreto, cada día te llevé en el corazón bajo llave para que no te me escaparas nunca, conserve tus recuerdos, tus sonrisas, tus miedos, tus palabras, tus besos y hasta tus lágrimas. Te hice mío durante todo este tiempo sin que lo supieras, sin que lo notarás. Es imposible que el tiempo pase sin dejar huella, y tu y yo estamos hechos de ellas.
Soy luces y sombras pero también sombras y arena.
Caí en picada por el abismo de la angustia y el desamor, y en el trayecto creí haberme perdido y muerto, caminé por la vida unos cuantos años como un muerto viviente, arrastrando los pasos, deshojando las flores por el puro gusto de verlas hacerse pedazos. Llegué al fondo del abismo en dónde habitan los sueños destrozados, finalmente toqué el fondo de mi corazón arruinado, y mientras dormitaba tirada entre las piedras, con el alma rota, tomé la fuerza que me quedaba y miré al cielo, y entre el mugre que me rodeaba se filtró un rayo de esperanza.
Y fue ese pequeño rayo de luz el que me ayudó a arrastrarme cuesta arriba mientras iba recogiendo mis harapos. Aún no entiendo muy bien como, pero salí del pozo, dolida, sucia y por partes y me tocó volver a armarme y amarme.
Hoy ya no encontrarás lo que era antes, hoy me verás como un mapa, llena de ríos y relieves que no son más que heridas y golpes que fueron quedando durante el recorrido. Indiscutiblemente era un camino que tenía que transitar sola, era el momento de caer bajo para tomar impulso.
Hoy te darás cuenta de cuanto he aprendido, gritado, llorado, reido, cantado, pero de lo único que no podrás dar cuenta es de lo mucho que te he amado y te sigo amando. No hay testigos ni confesiones porque siempre fue en secreto, cada día te llevé en el corazón bajo llave para que no te me escaparas nunca, conserve tus recuerdos, tus sonrisas, tus miedos, tus palabras, tus besos y hasta tus lágrimas. Te hice mío durante todo este tiempo sin que lo supieras, sin que lo notarás. Es imposible que el tiempo pase sin dejar huella, y tu y yo estamos hechos de ellas.
Soy luces y sombras pero también sombras y arena.
"Dyan"
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