Con la mente en blanco,
sentada en este viejo banco,
contemplo una hoja en blanco
deseosa por recibir cualquier letra,
rayón o trazo que caiga sobre su piel.
Y sostengo en mi mano un lapicero blanco,
lo giro entre mis dedos como si así pudiera
la inspiración fluir, pero es un objeto reprimido
esperando estimularse y derramarse en el papel.
Así transcurre la mañana, llega la tarde y cae la noche,
sin que el par de amantes puedan realizar
su habitual derroche de pasiones desbordadas,
en medio de lineas y renglones que permanecerán vacíos.
esperando estimularse y derramarse en el papel.
Así transcurre la mañana, llega la tarde y cae la noche,
sin que el par de amantes puedan realizar
su habitual derroche de pasiones desbordadas,
en medio de lineas y renglones que permanecerán vacíos.
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